No hay una manera precisa de vestir, ni de peinarse, ni de llevar complementos, pero sí que existe una correlación entre sentirse cómodo, y estar acorde a la atención al cliente que vamos a prestar, o al tipo de visita comercial que vayamos a realizar.

En unos tiempos, en los que se hace “gala de la palabra libertad”, el “Sé tú mismo”, o “que nadie te diga como tienes que vestir”, no se nos debe de olvidar que estos son postulados ciertamente válidos en nuestra faceta personal y privada, no siendo así en las relaciones laborales, sobre todo en aquellas que se trata directamente con clientes.

Es muy importante tomar conciencia de que  en el trabajo, no sólo nos presentamos como persona, sino que también estamos representando  a una empresa, una marca, y con ello toda una imagen e identidad corporativas, que deben de transmitir también los valores por los que estas quieren destacar o ser reconocidas.

Un empleado de una tienda de tatuajes o piercings, seguramente exhiba parte de esas obras en su “look”. Un peluquero o peluquera, seguramente  puedan llevar  peinados de fantasía, con teñidos y cortes más o menos estrambóticos. Pero ni a uno ni a otro les van a contratar con esa imagen en una Sastrería de lujo, ni seguramente en la recepción de un hotel de 5 estrellas. ¿Prejuicios? NO, simplemente conexión con el cliente, y afinidad con el público objetivo de un tipo de negocio concreto. Cada empresa marca las pautas.

 

Igualmente, en las visitas comerciales, la imagen de nuestro interlocutor, o de un sector concreto, va a darnos muchas pistas de los protocolos a establecer.

En primeras visitas, cuando todavía no conocemos a la persona, es mejor ser cautos, y apostar a lo seguro, vestimenta casual, sin lujos, ni corbata,  pero tampoco en vaqueros rotos con camisetas de algodón.